Cualquier agricultor o ganadero sabe que es vulnerable frente al cambio climático, pues vive a expensas del “tiempo que hará”: olas de calor, periodos de sequía o eventos extremos (como el granizo) son su quebradero de cabeza y en los últimos años la razón de sus jaquecas. El clima mediterráneo se ha caracterizado siempre por su alta variabilidad, con lo que este sector tiene experiencia para afrontar los cambios que se avecinan, aunque las decisiones estratégicas a nivel político son fundamentales para que acometan medidas para adaptarse.
Y ¿cuáles serán estos cambios? Predecir “el tiempo que hará” en los próximos meses es complicado, si bien las predicciones meteorológicas tienen un alto nivel de certidumbre a corto plazo, más allá de 5-7 días no son tan fiables. Sin embargo, diferentes estudios científicos y modelos climáticos apuntan cuáles serán las tendencias del clima con un elevado nivel de certidumbre. En LIFE AgriAdapt de FGN, proyecto dirigido a estudiar la vulnerabilidad al cambio climático del sector agrario europeo, hemos comprobado que podemos afinar aún más. Tratamos de mostrar las tendencias del clima mediante indicadores agroclimáticos clave para cada cultivo en cada comarca. Un ejemplo de Indicador: ¿con qué frecuencia superaremos en los próximos años los 30ºC de temperatura máxima diaria en mayo y junio? esta circunstancia afecta al llenado del grano de cereales y por tanto a su rendimiento. Con esta información se pueden tomar decisiones respecto a qué estrategias y medidas concretas de adaptación podrán minimizar el impacto del cambio climático. Tras analizar en España 32 explotaciones agrarias (de cultivos herbáceos, permanentes y ganaderos) y 90 explotaciones más en las otras tres regiones europeas de riesgo climático, se están proponiendo y comenzando a acometer medidas de adaptación.
Con todo este análisis se ha comprobado que bajo condiciones físicas similares (zona geográfica, clima, cultivos, suelo) las explotaciones tienen diferente grado de vulnerabilidad al cambio climático en función de sus prácticas agronómicas. Y si bien el diseño de las medidas de adaptación debe ser específico para cada explotación se ha comprobado que muchas de las medidas son comunes a todas las regiones de la Unión Europea. Se trata de ser más resiliente o, dicho de otro modo, de usar el sentido común que ya usaban nuestros abuelos y aplicar o fomentar unas prácticas tradicionales.
Las medidas más adecuadas para afrontar el cambio climático están relacionadas con la sostenibilidad agraria. ¿Algunos ejemplos?
En cultivos herbáceos y permanentes la adaptación pasa por mejorar la estructura y fertilidad del suelo, con mejoras que permiten que el agua se absorba más fácilmente y se almacene durante más tiempo, por ejemplo: mínimo laboreo; uso de cultivos intermedios y cubiertas vegetales que eviten el suelo desnudo y para herbáceos diversificación y rotación de cultivos a nivel de parcela.
En cultivos permanentes las medidas recomendadas en todas las regiones europeas son uso de variedades adaptativas; mejora en la calidad y no en la cantidad (especialmente en la producción de vino); poda en verde para el balance de la superficie de la hoja y el número de racimos; protección contra el granizo y las heladas (principalmente en el centro y norte de Europa).
Para ganadería las medidas se centran principalmente en la reducción del estrés por calor: densidad adecuada de animales en las instalaciones y mejoras en los sistemas de refrigeración; aumentar la capacidad de almacenamiento de autonomía y diversificación de forraje. En ganadería extensiva se recomienda la gestión holística a través de planes de manejo del pastoreo que incrementen la cantidad y calidad de los pastos, así como el diseño en línea clave, una técnica que permite maximizar la cantidad de agua que se infiltra en el suelo.
Estos y otros ejemplos se pueden consultar en el estudio “Producción Ecológica Mediterránea y Cambio Climático: Estado del conocimiento” de Ecovalia que destaca que la agricultura ecológica posee un alto potencial de adaptación al cambio climático debido a su alta capacidad de resiliencia y que destaca 3 tipos de prácticas: el manejo de la biodiversidad, el mantenimiento o incremento de la fertilidad natural del suelo y la reducción de insumos externos unido a la ausencia del uso de fertilizantes y fitosanitarios de síntesis química.
Medidas para la PAC
En este momento, la reforma de la PAC fija una mayor subsidiaridad de los Estados Miembros. Si bien esto podría ser beneficioso en algunos casos, consideramos que las mencionadas medidas sostenibles de adaptación son aplicables a nivel europeo y, por tanto, deberían incluirse en la PAC como medidas obligatorias, dentro de la condicionalidad reforzada del primer pilar. Medidas que priorizan las buenas prácticas agrícolas y disminuyen el riesgo en las explotaciones, cuyo elemento central es la mejora de la fertilidad y la estructura del suelo y que además tienen interesantes sinergias medioambientales, como promoción de la biodiversidad y mitigación. Igualmente, el mencionado estudio de Ecovalia insiste en que algunas de las prácticas más prometedoras para mitigar y adaptarse al cambio climático son la implantación de cubiertas vegetales, la reincorporación de restos de poda, la reducción del laboreo y el uso de variedades tradicionales, todas ellas de uso habitual en agricultura ecológica.
En la actual reforma de la PAC, existe el riesgo de que las acciones climáticas, al igual que sucede con las ambientales, queden relegadas a la voluntariedad de los agricultores que pongan en marcha enfoques de Eco-esquemas bajo el primer pilar (enfoque al que parece se va a designar un porcentaje menor de las ayudas directas) o que sean parte del segundo pilar, sujeto a la arbitrariedad de las diferentes comunidades autónomas. Lo más sensato sería disponer de una estrategia a nivel nacional que priorizara para cada sistema agrario medidas sostenibles de adaptación que asegurasen una viabilidad a largo plazo y tratar de priorizar esta estrategia en el marco de la PAC. En este sentido, desde la Coalición “Por otra PAC”, más de 37 entidades están trabajando en una alianza por una nueva Política Agraria, Alimentaria y Territorial Común que promueva activamente la transición hacia Sistemas Alimentarios Sostenibles.