Por múltiples factores, la situación actual de acceso a la tierra para iniciar o ampliar prácticas agrarias se caracteriza por una escasa movilidad y se constituye en uno de los principales obstáculos a los que se enfrentan los jóvenes que se quieren incorporar al sector agrario. La baja movilidad del mercado de la tierra, el elevado precio de esta o la vinculación de la propiedad con ayudas directas, son elementos que condicionan y profundizan la grave falta de relevo generacional.
Recientemente, desde el Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación se ha presentado, por parte del Grupo Focal sobre Acceso a la Tierra, un estudio sobre este tema, dentro del contexto del Plan Estratégico Nacional de la Política Agraria Común 2023-2027. Una de las soluciones más interesantes que se observa, es la promoción de la figura de los Bancos de tierras.
“Un banco de tierras es una iniciativa pública y/o privada de gestión de suelo agrícola público o privado, cuyo objeto es poner a disposición de personas o entidades interesadas tierras para su proyecto agropecuario bajo diferentes fórmulas (cesión, alquiler, etc.), y entre cuyos fines se encuentra corregir las dificultades de acceso a la tierra, para el desarrollo territorial de una región, el cambio de modelo socioeconómico y medioambiental, y/o la ejecución de una reforma de la estructura agraria”.
Bancos de tierras, una herramienta idónea
Los bancos de tierras son una herramienta idónea, para facilitar y dinamizar tierras vacantes de uso agrario. Están a disposición de emprendedores y movimientos sociales que contribuyan a la recuperación del paisaje y a la biodiversidad agraria, de un modo ejemplarmente sostenible. La activación de la tierra permite la incorporación de nuevos efectivos agrarios, garantizando el relevo generacional. Ahora bien, si priman sólo los criterios económicos y de rentabilidad, estos instrumentos seguirán favoreciendo la concentración de la propiedad y el usufructo en pocas manos, impidiendo el acceso de nuevos operadores a las actividades agrarias, más aún cuando buena parte de las ayudas de la PAC estén sujetas a la explotación de superficies.
Un enfoque muy interesante para contribuir a la transición que necesita la PAC hacia modelos más sostenibles, y que aborda el problema del acceso a la tierra es dotar a estos bancos de tierras una mirada desde la agroecología. Un ejemplo puede ser el Banco de Tierras Agroecológicas TERRAE, que funciona desde la confianza que generan los Ayuntamientos en los propietarios de las tierras, convirtiéndose en mediadores entre la oferta y la demanda de tierras en una línea de custodia agroecológica del territorio.
Las administraciones locales son agentes fundamentales para liderar un cambio de modelo productivo tendente a una transición hacia economías circulares y formas más avanzadas de sostenibilidad, ello significa salir de su compleja realidad institucional para buscar nuevos referentes y herramientas que les ayuden a hacer desarrollo local. Hay que poner en valor los bienes públicos que proporcionen una producción sostenible y que mantengan la multifuncionalidad de las zonas rurales, y apostar por un empleo agrario estable que huya del enfoque intensivo y que permita la custodia de los territorios. Para ello recuperar terrenos abandonados es clave, así como demostrar que los bienes de utilidad pública están al servicio del conjunto de la sociedad y no sólo para favorecer a un sector dependiente de ayudas.
El impulso de Planes Agroecológicos Locales
A diferencia de la PAC (Política Agraria Común), la definición del modo y manera en que una administración local, en colaboración con la sociedad civil, emprenda esta tarea es a lo que se puede denominar Política (y Plan) Agroecologico Local (PAL). Los Planes Agroecológicos Locales tienen como objetivo deliberar y dialogar sobre los procesos y objetivos de la transición agroecológica, ayudar a participar las decisiones entre los concejales del consistorio, y a ser posible en un proceso participativo con la población local. Esas decisiones deben ir vinculadas a los ámbitos de producción y recursos locales (como horticultura, ganadería, compostaje -con agricultores ganaderos o vecinos-, artesanías alimentarias, gastronomía, agroturismo, etc) y con la identificación de los diferentes colectivos presentes (personas mayores, nuevos pobladores, familias, desempleados, restaurantes, pequeña industria, artesanía alimentaria, agricultores y ganaderos en activo, etc).
Por último, para terminar este enfoque, es clave considerar los aspectos afectivos, emocionales e intangibles en el relevo generacional, siendo la intervención a escala local es imprescindible. Por ejemplo, generando un marco de confianza o articulando un periodo transitorio de cesión y tutorización mediante el cual el propietario de la tierra pudiera participar en la orientación agraria para la toma de decisiones de las nuevas explotaciones.
A pesar de que se están disipando las esperanzas en que la reforma de la PAC contemple en el nuevo período realmente un cambio profundo, sí intenta orientarse hacia la consecución de resultados concretos vinculados a objetivos específicos. Desde la Coalición Por Otra PAC esperamos que no se mire exclusivamente por los económicos y que se contemple la dimensión integral que suponen las actividades agrarias en Europa.