Aunque todos somos más o menos conscientes del impacto que el modelo actual de producción y consumo tiene sobre los recursos naturales, la magnitud del mismo se nos escapa, no sólo por la dificultad de su medición sino por la falta de acceso a información apropiada sobre ello. Es importante conocer con mayor detalle las implicaciones que tienen para la salud y el bienestar de las personas nuestras decisiones de compra. También es importante conocer las implicaciones que el consumo tiene sobre la base que sustenta la sociedad. Esta base es, sin duda alguna, los recursos naturales, y, en último término, la biodiversidad, que ostenta un papel destacado en ellos.
La biodiversidad influye en el bienestar humano1, incluyendo el acceso al agua y materiales básicos para una vida satisfactoria, la seguridad frente al cambio ambiental -por ejemplo, mediante razas autóctonas de ganado y variedades locales de cultivo-, o a través de sus efectos sobre los procesos básicos de los ecosistemas, de los que todos dependemos2. El conjunto de beneficios que los ecosistemas proporcionan a la humanidad son los denominados servicios de los ecosistemas. La biodiversidad es el servicio de los ecosistemas último, a la vez que la base de su generación.
Las amenazas a la biodiversidad a partir de la pérdida y degradación de hábitats, la deforestación y defaunación, la sobrepesca, y la caza excesiva, con frecuencia surgen de la incursión en ecosistemas poco o nada alterados para la búsqueda y extracción de recursos. Uno de los principales impulsores de estas amenazas es la producción de bienes para la exportación. Se ha sugerido que al menos un tercio de las amenazas a la biodiversidad en todo el mundo se encuentra vinculado a la producción para el comercio internacional3. Conocer las características de las fuerzas que operan en los mercados así como sus consecuencias es clave para solucionar y gestionar mejor los problemas asociados con el consumo.
El comercio internacional tiene consecuencias inesperadas debido a sus teleconexiones. Por ejemplo, ahora sabemos que el consumo de los Estados Unidos de América tiene un impacto muy importante sobre la biodiversidad en el sur de la Península Ibérica. En este sentido, el consumo de la Unión Europea (UE) conlleva amenazas hacia puntos calientes de biodiversidad como Marruecos, la costa del cuerno de África, Etiopia, Madagascar, Zimbabue o los lagos Victoria o Malawi4. Estas conexiones a distancia también son consecuencia de políticas de gran impacto como la Política Agrícola Común (PAC), de la que se sabe que tiene impactos negativos hasta países bien distantes como Uganda, no sólo en Europa5. De hecho, a través de la PAC la UE se ha convertido en el mayor exportador de alimentos del mundo.
Hoy sabemos que aproximadamente dos tercios de la pérdida de biodiversidad global se debe directa o indirectamente a los cambios de usos del suelo, mayormente para la producción de alimentos y biocombustibles, y a la expansión de las infraestructuras. De entre las diferentes categorías de consumo que más afectan a la pérdida de biodiversidad se encuentra, con diferencia, la producción de alimentos. Muy por delante de la producción de otros bienes y servicios o del transporte6. Es por ello, que, aunque debemos atajar el impacto negativo del consumo desde todos los frentes, mediante el cambio en la producción y consumo de alimentos se consigue una mayor reducción de nuestra huella ecológica. La biodiversidad forma parte de esos límites planetarios que se sugieren como fronteras dentro de las cuales debemos internarnos, y hacer que nuestro desarrollo se mantenga en el tiempo y no se confunda con crecimiento, pues no son sinónimos.
A una persona que le interese la conservación de la naturaleza y la protección ambiental lo último que piensa es que la PAC es más importante que las políticas de conservación o medio ambiente. Resulta duro, difícil de entender y no es intuitivo. Pero cuando uno cobra conciencia de lo apuntado y que la superficie destinada a la agricultura, ganadería y silvicultura supera con creces a la de los espacios naturales protegidos, empieza a darse cuenta de su relevancia. Si, además, te dicen que el presupuesto de la PAC es varios órdenes de magnitud superior al presupuesto destinado a la conservación, entiendes su importancia. De hecho, el mayor gasto en conservación en la UE es la partida de la PAC destinada a las medidas llamadas de agroambiente y clima, no el programa LIFE, que no llega al 1% del presupuesto europeo, frente al 37,5% de la PAC. Por supuesto, el presupuesto para ellas no se destina íntegramente a conservación. Es más, no existe un mecanismo único para financiar la red de espacios protegidos europeos, la Red Natura 2000.
Aproximadamente el 40% de la Red Natura 2000 es superficie agraria7. En este sentido, existe un considerable número de hábitats y especies europeos que dependen directa o indirectamente de las actividades agrarias. Concretamente sabemos que el 10% de los hábitats de interés europeo dependen directamente de la agricultura y la ganadería más respetuosas. Adicionalmente otro 17% de los hábitats europeos depende indirectamente de las actividades agrícolas8. Esto se debe a que los ecosistemas en Europa tienen una milenaria trayectoria de evolución de la mano de las actividades humanas. A pesar de estos datos, sólo el 0,5% de la superficie agrícola en Red Natura 2000 recibe apoyo de la PAC9. Además, si nos fijamos en el indicador de biodiversidad de referencia, las aves de ambientes agrícolas, este continua desplomándose año tras año10.
Por tanto, es imprescindible trabajar para que la PAC sea respetuosa con los ecosistemas y la biodiversidad que los componen si los queremos conservar; que sirva para conservar esos hábitats ligados a las actividades agrícolas y los paisajes que generan apoyando a los agricultores y ganaderos que lo hacen posible. Estas explotaciones son las más olvidadas y menos apoyadas por la PAC, de hecho, la mayoría ni siquiera reciben apoyo10. Actualmente la PAC se encuentra en proceso de reforma. Desde las organizaciones integrantes de la coalición Por Otra PAC trabajamos para conseguir que esto no esto sea así. Lo hacemos en coalición conscientes de que cada una por su cuenta no lo puede lograr. Políticas de este calado sólo pueden cambiarse si todos nos unimos compartiendo objetivos comunes, ahora es el momento y necesitamos el apoyo de la sociedad para conseguirlo.
Referencias
- Díaz, S. et al. (2006). Biodiversity loss threatens human well-being. PLOS Biology 8(4):1300-1305.
- Cardinale, B. J. et al. (2012). Biodiversity loss and its impact on humanity. Nature (486)59-67.
- Lenzen, M. et al. (2012). International trade drives biodiversity threats in developing nations. Nature, 486:109-112.
- Moran, D. and Kanemoto, K. (2017). Identifying species threat hotspots from global supply chains. Nature Ecology & Evolution, 1:23.
- Boysen, O., et al. (2016). Impact of EU agricultural policy on developing countries: A Uganda case study. The Journal of International Trade & Economic Development, 25:377-402.
- Wilting, H. C., et al. (2017). Quantifying biodiversity losses due to human consumption: A global-scale footprint analysis. Environmental Science and Technology, 51:3298-3306.
- Pe’er, G., et al. (2014). EU agricultural reform fails on biodiversity. Science, 344:1090-1092.
- Halada, L., et al. (2011). Which habitats of European importance depend on agricultural practices?Biodiversity Conservation, 20:2365-2378.
- Strohbach, M. W. et al. (2015). High Nature Value Farming: From indication to conservation. Ecological Indicators, 57:557-563.
- Navarro, A. & López-Bao, J. V. (2018) Towards a greener Common Agricultural Policy. Nature Ecology & Evolution. doi: 10.1038/s41559-018-0724-y.
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Pie de foto: “Los sistemas agrarios de alto valor natural como el de la foto son los menos apoyados por la PAC pero los más valorados por los ciudadanos” Foto: Paisaje ganadero en mosaico, valle del Río Lóuzara, Lugo. Autor: Roberto Hermida.